Nos encontramos ante la primera
novela de la popular periodista Carme Chaparro, una novela que ha sido
galardonada con el Premio Primavera 2017.
En ella, Carme Chaparro nos relata
cómo Kike, un niño de corta edad, desaparece en un centro comercial, en un pequeño
descuido de su madre. A todos les viene a la cabeza un caso muy similar
acaecido dos años antes en el mismo sitio a un niño de parecidas
características.
“No soy un monstruo” nos cuenta
la historia de la desaparición y posterior búsqueda de Kike, desde la mirada de
los distintos personajes implicados: sus padres, la policía, los medios de
comunicación…
Pero no es sólo una novela policíaca en la que hay que descubrir quién ha cometido el crimen y por qué,
también es una historia de personas, porque detrás de cada uno hay unas
vivencias y unas emociones que merecen ser contadas.
Se nota la profesionalidad de
Carme Chaparro y lo bien que conoce su oficio, al dar forma al personaje de
Inés y sus diferentes movimientos como periodista estrella a la que le encargan
el suceso en la cadena de televisión en la que trabaja. Pero queda claro que éste
no es el único personaje perfectamente trazado, sino que la labor de
investigación para la preparación de los diferentes perfiles es claramente
notable, dando vida, realidad y credibilidad a cada uno de ellos, desde la mencionada
periodista, a un comisario, pasando por una jefa de policía o por un pirata
informático.
Porque nos podemos encontrar a la
citada Inés Grau, a Ana Arén, inspectora jefa del grupo de menores del SAF, a Javier
Nori, subinspector de policía, o Joan, un pirata informático que (casi siempre)
está al lado de la ley. Los cuatro unen sus caminos profesional y personalmente,
tejiendo una relación de amistad que en algunos momentos choca frontalmente con
su relación profesional.
Los dos personajes que más peso
llevan dentro de la novela son Inés y Ana. Dos mujeres aparentemente fuertes y
seguras de sí mismas, de las cuales el lector intuye que han llegado donde han
querido. Sin embargo, ambas tienen sus puntos débiles, sus esquinas, sus
aristas cortantes. Y eso las hace personas más allá del personaje, reales más
allá del papel.
He de confesar que he sentido
debilidad por Laura, una anciana que empieza a vivir como ella desea después de
quedarse viuda, descubriendo que hay vida más allá de aquello que su buen
Genaro le ofreció.
Confieso que la novela me ha
generado tanta inquietud que en los momentos que estaba con mi hijo en lugares
públicos, con gran afluencia de gente, me costaba quitar la vista de él, por lo
que pudiera pasar. Me ha enganchado, me ha intrigado, me ha angustiado y me ha
hecho llorar. Sí, he llorado como lectora y como madre, con un dolor en el
pecho incapaz de contener. Como sólo se llora con las cosas que te llegan de
verdad.
Pude acudir el otro día a una
firma de libros suya en Madrid, y me transmitió en persona lo que ya sospechaba
tras las cámaras: una profesionalidad, una cercanía y una calidez, que consigue
que todo eso se traslade a las páginas de un libro, de cualquiera que quiera
escribir.
Como digo al principio, es la
primera novela de Carme Chaparro, y espero que no sea la última.
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